Sí, en este nuevo artículo yo soy la protagonista porqué además de ortodoncista, desde hace más de 25 años, también he sido paciente de un tratamiento de ortodoncia y de cirugía por un problema grave en mi articulación. Un problema que una vez resuelto se ha convertido en una gran ventaja para mi trabajo ya que además de diagnosticar y planificar un tratamiento desde el punto de vista técnico, científico y profesional ahora lo puedo afrontar desde su vertiente más humana.
Mi caso fue largo, complejo y en muchos momentos sentí dudas y miedos. Tuve que llevar una férula de descarga durante 24 horas al día, un tratamiento de ortodoncia, reconstruirme los dientes que había desgastado y al final operarme de los maxilares para que mis dientes encajaran de nuevo. Mi nueva sonrisa me costó mucho pero ahora la disfruto a cada momento. Todo empezó gracias a una casualidad porque yo no sabía que tenía un problema grave en mi boca.
Con todos esos problemas y con los estudios pertinentes en la mano no quedaba más remedio que buscar una solución. Empecé un proceso de rehabilitación de mi boca y articulación en que tenía que seguir paso a paso varios tratamientos.
En mi caso conté con la ayuda de toda mi familia y no me estoy refiriendo al apoyo moral sino al profesional ya que da la casualidad que todos nos dedicamos a la salud bucodental. Somos la tercera generación de dentistas en Gandia desde que mi abuelo, Pedro Borja de Guzmán, abriera su primera consulta en la ciudad en 1927.
Y a pesar de estar entre familia y conocer profesionalmente todos los detalles de los tratamientos tengo que confesar que me sentí un paciente más con un mar de dudas y miedos. Aunque si lo pienso bien hubo una cosa determinada que me hizo sufrir mucho.
Como me dedico a mejorar y recuperar sonrisas para mis pacientes siempre intento lucir la mía y sacar la parte positiva de todo en mi vida. Esta vez no iba a ser diferente y de mi problema que durante un tiempo fue una desventaja ahora realmente es una ventaja.
Y esta es mi historia en la que de ser ortodoncista-espectadora me convertí en paciente-protagonista. Una historia que les cuento a muchos de los pacientes que sentados en el sillón de la clínica me transmiten con angustia sus miedos y dudas frente a un tratamiento. Ahora más que nunca los entiendo porque yo lo viví en carne propia.
Sonríe, ríe y sé feliz.